Ah, la tecnología, esa maravilla moderna que promete cambiar el mundo, o al menos llenar los bolsillos de unos pocos. Nos venden la idea de que es la gran igualadora, el puente que conecta a todos sin importar sus circunstancias. ¿Pero, de verdad es así?
Para las personas con discapacidad, la tecnología es presentada como una especie de milagro contemporáneo. "¡Mira!", nos dicen, "ahora también ellos pueden vivir plenamente". Pero, ¿cuántos dispositivos realmente accesibles existen? ¿Y a qué precio?
En este glorioso mundo tecnológico, pareciera que la inclusión es tan solo un término bonito para adornar discursos corporativos. Las empresas nos muestran sus productos ajustables y adaptables, pero se olvidan de mencionar que sus precios son tan elevados que solo un magnate podría permitirse tales lujos.
Veamos algunos ejemplos de esta brillante "inclusión" tecnológica:
- Sillas de ruedas eléctricas con GPS integrado y asistentes virtuales. ¡Maravilloso! Aunque, si no puedes pagarla, siempre puedes seguir con la de toda la vida, esa que parece un carrito de supermercado oxidado.
- Software de reconocimiento de voz que promete convertir palabras en texto. Claro, siempre que tengas la paciencia de un monje budista para soportar sus errores de transcripción.
- Prótesis inteligentes que funcionan con la precisión de un reloj suizo. Pero, por supuesto, a menos que descubramos una mina de oro bajo el sofá, seguirán siendo un sueño lejano para la mayoría.
En resumen, la tecnología avanza, sí, pero no sin dejar a muchos atrás en su estela. La pregunta incómoda que deberíamos hacernos es: ¿estamos verdaderamente interesados en la inclusión, o solo en la apariencia de ella? Y mientras tanto, sigamos aplaudiendo estos "avances" desde la comodidad de nuestros dispositivos de última generación, que al menos nos permiten seguir criticando con estilo.