Ah, Big Data, el abracadabra de nuestros tiempos modernos. Nos han vendido la idea de que vivimos en la era de la información, donde cada clic, cada suspiro digital es capturado, almacenado y analizado como si fuera el santo grial del conocimiento humano. Pero, ¿cuánto de eso es realmente útil?
En el mundo del análisis de datos, se nos promete que con suficientes datos podemos predecir el futuro, o al menos hacer una buena suposición educada. Sin embargo, entre la promesa y la realidad hay un océano de exageraciones. La mayoría de las veces, los datos son tan útiles como una bola de cristal empañada.
Primero, hablemos de la calidad de los datos. Porque, ¿de qué sirve tener un petabyte de datos si el 90% es ruido? Pero claro, ¿quién se preocupa por la calidad cuando puedes impresionar a tu jefe con una gráfica colorida?
Luego tenemos la privacidad, ese pequeño detalle que siempre parece quedar fuera de la conversación. Las empresas recolectan datos como si fueran niños recogiendo caramelos en Halloween, pero cuando se trata de proteger esa información... bueno, mejor cruzar los dedos y esperar que nada malo pase.
Y no olvidemos a los gurús del Big Data, esos individuos que han encontrado su nicho vendiendo humo con presentaciones bonitas y frases rimbombantes. Su misión: convencerte de que sin Big Data estás perdido, aunque lo único que realmente necesitan es un buen sentido del humor y una dosis de realidad.
Por último, está el eterno dilema: ¿realmente necesitamos tanto dato para ser más inteligentes? Tal vez, solo tal vez, deberíamos enfocarnos más en mejorar nuestro sentido común antes de perder el tiempo en buscar patrones en lugares donde no los hay.