Ah, el glorioso SaaS, ese concepto tan revolucionario como una tostadora con Wi-Fi. Nos han vendido la idea de que todo lo que necesita tu negocio para triunfar es un servicio en la nube y una dosis de fe en la magia digital. Pero, ¿realmente necesitamos que hasta el inodoro de la oficina esté conectado a Internet? Pregunto por un amigo.
Aplicaciones Web: el nuevo mantra de las startups que buscan ser el próximo unicornio, ese animal mitológico que cotiza en bolsa. Porque, claro, ¿quién no quiere una aplicación que resuelva problemas que no sabías que tenías hasta que alguien más los inventó?
Hablemos de la maravillosa suscripción mensual, esa estrategia de negocio que asegura que nunca poseerás nada. Paga, paga y sigue pagando mientras disfrutas del honor de ser cliente de por vida. ¿Actualizaciones gratis? Claro, junto con bugs que vienen incluidos como parte del paquete premium.
Hay quienes defienden que el cloud computing democratiza el acceso a la tecnología. Pero, ¿cómo le explicas a tu abuela que su receta de galletas ahora está en la nube? ¿Y qué tal esos momentos tan especiales cuando la conexión falla y tu software se convierte en un hermoso pisapapeles digital?
En el mundo de las aplicaciones web, la palabra innovación a menudo significa 'reinventar la rueda' pero ahora con más gráficos y menos funcionalidad. Y ni hablemos de la seguridad. ¿Datos personales al viento? ¡No importa! Lo importante es que tu app tenga un diseño minimalista y un logo hipster.
Así que, la próxima vez que alguien te diga que el futuro es SaaS, sonríe, asiente y pregúntales si han probado apagar y encender de nuevo. A veces, lo más simple es lo más efectivo.