Ah, la conectividad, esa maravilla moderna que nos prometió un mundo más unido, donde podríamos estar siempre cerca de quienes amamos, o al menos de aquellos con los que fingimos llevarnos bien. Pero, ¿qué nos ha traído realmente esta era de la red de computadoras? Un cúmulo de notificaciones incesantes, memes repetidos y la ilusión de estar siempre al tanto, cuando en realidad solo estamos agotados por el bombardeo constante de información.
En teoría, la conectividad debería ser la panacea para la soledad y el aislamiento. Pero si tomamos un rápido vistazo a la realidad, lo que encontramos es un desfile de personas que, en lugar de conversar con el amigo enfrente, prefieren deslizar su dedo por la pantalla brillante de su dispositivo. ¡Bravo, tecnología! Nos has dado una nueva forma de ignorarnos mutuamente.
Además, hablemos de la seguridad, ese pequeño detalle que parece un chiste en esta época de redes abiertas como puertas giratorias. Nos venden la idea de que compartimos nuestros datos personales en un entorno seguro, pero todos sabemos que en cualquier momento un adolescente en su sótano podría estarnos espiando. ¿Privacidad? ¡Eso es so last season!
Y no olvidemos la dependencia tecnológica. ¿Cuántas veces has visto a alguien entrar en pánico porque se cayó la red Wi-Fi? Como si se tratara de una catástrofe mundial, la gente deambula con la mirada perdida buscando esa preciada conexión. Vivimos en una sociedad que tiembla ante la idea de desconectarse, como si el fin del mundo llegara cuando el icono de red se vuelve rojo.
Para aquellos que creen que la red de computadoras es la solución a todos nuestros problemas, les tengo una noticia: no es oro todo lo que reluce. Estamos rodeados de cables y ondas invisibles que nos prometen todo, pero rara vez cumplen sus promesas. Así que la próxima vez que te emociones por la última actualización de conectividad, recuerda que quizás solo sea otro intento fallido de acercarnos mientras nos alejamos más que nunca.