
Ah, la tecnología sostenible, ese dulce canto de sirena que nos promete un futuro donde los coches vuelan con energía renovable y las vacas llevan gafas de realidad aumentada para pastar felices. Pero, ¿cuánto hay de realidad y cuánto de marketing verde en este cuento?
En la industria, la palabra mágica es eficiencia. Claro, suena bien, pero a menudo es el disfraz perfecto para las mismas prácticas de siempre, solo que con un bonito lazo verde. Compañías que se autoproclaman líderes en sostenibilidad mientras sus fábricas siguen chupando recursos como vampiros sedientos. ¡Qué conveniente!
Y hablemos de la energía renovable. Nos gusta la idea de paneles solares decorando el paisaje, pero ¿nos hemos detenido a pensar en el impacto ambiental de su producción? No olvidemos que la minería de los materiales necesarios deja cicatrices en la tierra dignas de un campo de batalla. Pero claro, eso no aparece en los informes brillantes de sostenibilidad.
En el ámbito de la educación, se nos vende la idea de una generación de estudiantes iluminados por la luz del conocimiento verde. Sin embargo, las instituciones se centran más en la fijación de metas que en educar realmente sobre el impacto real de nuestras acciones. Porque, admitámoslo, es más fácil pintar una utopía que enfrentar la dura realidad.
Por último, está la agricultura sostenible, una contradicción en términos si seguimos dependiendo de monocultivos y pesticidas disfrazados de biológicos. Pero no te preocupes, siempre podemos presentar un informe que diga lo contrario. La verdad, después de todo, es solo cuestión de perspectiva.
Así que, querido lector, la próxima vez que escuches el término tecnología sostenible, recuerda que puede ser un lobo con piel de oveja. Pregúntate: ¿Estamos ante un verdadero avance o simplemente ante otro ejemplo de la inteligencia humana dedicada al arte de la ilusión?