SaaS y Aplicaciones Web comparten el navegador como interfaz, pero difieren en modelo de negocio, operación y entrega de valor. Un SaaS empaqueta software como servicio con facturación, soporte, SLA y roadmap; una aplicación web puede ser interna, a medida o un canal de interacción sin estos componentes comerciales.
Diferencias clave: en SaaS multi-tenant múltiples clientes comparten infraestructura con aislamiento lógico; en soluciones dedicadas hay un tenant por cliente. El time‑to‑market y el costo unitario favorecen al multi-tenant, mientras que sectores regulados pueden requerir single-tenant.
Arquitectura: prioriza escalabilidad horizontal, particionamiento por tenant, colas para tareas asíncronas y CDN/edge para latencia. Una capa de API bien versionada habilita integraciones y monetización; PWA mejora experiencia offline y rendimiento.
Seguridad y cumplimiento: implementa SSO (SAML/OAuth2), cifrado en tránsito y reposo, controles OWASP, segregación de datos por tenant y auditoría. Alinea procesos con ISO 27001, SOC 2 o GDPR según el mercado objetivo.
Producto y monetización: define niveles con pricing por usuario, uso o valor (eventos, GB, asientos) y controla el acceso con feature flags. Mide activación, adopción y retención con analítica de producto; ofrece pruebas y onboarding guiado.
Operación: automatiza con CI/CD, despliegues blue/green o canary, y observabilidad (SLI/SLO, trazas, logs). Practica SRE con gestión de incidentes y retrospectivas.
Costos y riesgos: aplica FinOps para optimizar cómputo, almacenamiento y egress; calcula costo por tenant/feature y evita vendor lock‑in con abstracciones de infraestructura y portabilidad de datos.
Checklist de decisión:
- Regulación y datos: ¿requiere single-tenant o región dedicada?
- Demanda variable: ¿necesitas autoscaling y límites por plan?
- Integraciones: ¿existe API pública con versionado y cuotas?
- SLA/Soporte: define tiempos de respuesta y ventanas de mantenimiento.
- Métricas: activa tableros de producto y plataforma desde el día uno.