En un mundo donde la tecnología es la nueva religión y el hardware su altar, es hora de hacer lo que nadie se atreve: levantar la tapa del gabinete y mirar dentro. Sí, ese santuario de cables y placas que prometen la salvación digital, pero que a menudo no son más que un laberinto de requisitos del sistema que nos dejan con la sensación de estar atrapados en un juego eterno de actualizar o morir.
Hablemos de la aceleración por hardware, esa promesa de velocidad y eficiencia que, en teoría, debería hacernos la vida más fácil. Sin embargo, más que acelerar, parece que se trata de una carrera hacia la obsolescencia, donde el consumidor es el eterno perdedor. Compramos la última unidad de procesamiento gráfico, solo para descubrir que, en unos meses, una nueva versión nos deja atrás, como una manija suelta en una puerta corrediza.
Y mientras tanto, los gigantes del comercio como The Home Depot y Lowe's ofrecen sus pasillos interminables de herramientas y gadgets, prometiendo soluciones mágicas para cada problema de ferretería. Pero, ¿realmente necesitamos otro tipo de herraje para puertas o una nueva manija plateada para sentirnos completos? Parece que la industria del hardware ha transformado nuestras necesidades en un circo de consumismo perpetuo, donde la verdadera funcionalidad a menudo queda eclipsada por el brillo superficial del marketing.
Y no olvidemos a los fervientes seguidores de Restoration Hardware, que han convertido la nostalgia en un negocio lucrativo. Porque, claro, nada dice "modernidad" como una puerta con el peso y el diseño de hace un siglo, vendida al precio de una computadora de última generación. Es un testamento al ingenio humano: hacer que lo viejo parezca nuevo, y que lo innecesario parezca imprescindible.
En este teatro del absurdo, uno no puede evitar preguntarse: ¿vamos hacia adelante o simplemente estamos girando en círculos, atrapados en una cinta de correr de innovaciones vacías y hardware desechable?